Como punto de partida, Feminismo y Psicología, Psicología y Feminismo, pueden parecen términos no demasiado relacionados entre si. Parece que al hablar de Psicología vengan automáticamente a nuestra mente imágenes de cerebros, hombres mayores haciendo psicoterapia en torno a un diván, y quizá piedras en equilibrio con un fondo muy zen de un mar en calma.

Cuando, a su vez, pensamos en el movimiento feminista, podemos imaginar a las primeras mujeres que pedían el voto universal, históricas manifestaciones a favor del aborto o el divorcio, o las actuales reivindicaciones en contra de la violencia sistémica hacía las mujeres.

Sin embargo, estos dos conceptos tienen más relación entre sí de lo que a simple vista parece.

 

¿Cómo ha tratado la Psicología el concepto “mujer”?

Desde que aparece la Psicología científica a finales del siglo XIX y durante la consolidación de la psicoterapia en el siglo XX, la Psicología ha tratado el concepto de mujer de una forma no demasiado acertada. La perspectiva de género en este campo ha sido algo casi anecdótico.

En estas primeras épocas como disciplina científica la Psicología tuvo mucho que ver en la consolidación y legitimación de un modelo concreto de mujer. Un sólo modelo válido de mujer, desde el cual se afirma que todo aquello que no concuerda con el, con esa construcción femenina universal, es considerado patológico.

Así pues, la Psicología sentará las bases de conceptos como “normalidad/anormalidad” o “adaptativo/no adaptativo”, según se entre, o no, en el guión histórica y culturalmente establecido de lo que debe ser una mujer.

Es en terapia psicológica donde se pone de manifiesto de forma explícita el sexismo, pues se patologiza en exceso a las mujeres que no se corresponden con los patrones normativos existentes.

Históricamente la psicoterapia ha sido muy dañina para con las mujeres como colectivo.

Buen ejemplo de ello es la denominada “histeria”, del francés hystèrie y a su vez del griego ὑστέρα, que significa útero. Se denominada histeria a una patología exclusivamente de mujeres, consistente en un catálogo de síntomas nada específicos, como dolores de cabeza, insomnio, o mareos. La histeria femenina decían era causada por una represión del deseo sexual en las mujeres. El tratamiento consistía en la aplicación de un procedimiento llamado masaje pélvico y que pretendía lograr un orgasmo en la mujer afectada de histeria. De esta forma se suponía que los síntomas de la histeria remitían. De esta época son los primeros vibradores, que eran utilizados con fines terapéuticos para aliviar, mediante el placer, los males psicológicos de las mujeres histéricas.

A su vez, el Psicoanálisis, corriente psicológica en auge en el amanecer del siglo XX, contribuyó de forma muy perniciosa a esta patologización de la mujer.

Desde el Psicoanálisis se teoriza acerca de la “envidia de pene” como un elemento central de la sexualidad femenina. Este concepto, popular en su época, se refiere al deseo de las niñas de tener pene cuando comprueban que sus compañeros varones lo tienen.

Pero este sexismo no sólo se presenta en lo referente a la sexualidad femenina, si no que es una constante en la psicoterapia más primitiva. Tenemos ejemplos como el de Leo Kanner, psiquiatra austriaco que popularizó el concepto de “madres nevera”. Segun Kanner, existía un tipo especial de madres, que eran frías y distantes con sus hijos, las denominadas “madres nevera”. De acuerdo a las teorías de Leo Kanner, las “madres nevera” provocaban autismo en sus hijos, es decir, que el autismo tiene su origen en las madres, culpables de no formar un vínculo de apego con sus hijos. Otra vez mas, desde la psicoterapia se culpabilizaba a la mujer de los males del mundo.

Aunque en la actualidad esta teoría nos parezca absurda, y esté de sobra probado que el autismo tiene en su origen bases biológicas, lo cierto es que esta teoría adquirió gran notoriedad en los años 60 y 70 del siglo pasado.

Estos tres ejemplos son sólo tres muestras de como en el pasado las mujeres eran estudiadas desde una visión totalmente androcéntrica y con importantes sesgos.

 

¿Primeros cambios?

En la segunda mitad del siglo XX comienza a instalarse muy poco a poco la teoría feminista en la Psicología. Aparecen algunas autoras y científicas relevantes. Además se produce una tendencia creciente a restar importancia a lo biológico, y el peso recae de forma mas notoria en el contexto social en el que están inmersas las mujeres y el cumplimiento, o no, de los estándares de género, o las relaciones de poder entre géneros.

A pesar de lo valioso de estos avances, la perspectiva de género no se materializa en la investigación en Psicología ni en la práctica clínica.

En lo referente a la investigación no se cuenta con apenas investigadoras mujeres. Además las investigaciones que se hacen parten de modelos teóricos sesgados, sesgos en la selección de muestras, con predominancia masculina en la mayoría de ellas, y sesgos en la interpretación de los resultados.

En lo que tiene que ver con la práctica clínica, todavía en el siglo XX era común un abuso de poder hacia las mujeres que acudían a terapia, como muestran numerosos testimonios de mujeres, tanto en el estado español como fuera de este.

Es común incluso hoy en día, instar a las mujeres a cambiar sus pensamientos, conductas y emociones “inadaptadas”, que les provocan malestar y una

merma en su calidad de vida, sin cuestionar la estructura social que mantiene estos patrones.

 

Hacia el futuro

En la actualidad el feminismo ha entrado con fuerza en multitud de ámbitos del conocimiento y la esfera social, incluyendo la Psicología. Cuestiones como los estereotipos y prejuicios de género, están sobre la mesa, siendo objeto de profundos debates y numerosos estudios e investigaciones.

Sin embargo hay que ser ambiciosos, y ni mucho menos hemos alcanzado la meta. Nos queda mucho que decir al respecto y muchas tareas por hacer.

Si queremos una Psicología que sea eficaz, que funcione y que sea más justa socialmente, necesitamos introducir la perspectiva de género sin ningún tipo de demora. Nos urge introducir la perspectiva de género en Psicología como una herramienta que rompa mitos, que genere relaciones simétricas entre géneros, que permita a las mujeres disfrutar de una sexualidad libre, sin prejuicios ni tabúes, que no imponga la maternidad como un obligación femenina, como algo implícito a su naturaleza, si no como una opción a elegir. Necesitamos que la terapia psicológica sea un espacio de empoderamiento de las mujeres respecto a sus condiciones de vida.

La Psicología no puede limitarse a investigar, a hacer terapia. La Psicología debe tener además una posición crítica, tiene que contribuir a transformar la realidad en pos de una estructura social más justa y equitativa.

Por todo ello es crucial que la Psicología se adentre de lleno en el Feminismo, que cuestione el orden social, que denuncie la posición de inferioridad en la que la mujer está confinada. La Psicología debe poner en jaque el orden establecido y ser un catalizador de un cambio de creencias. Con ello estaremos más cerca de alcanzar un nuevo paradigma que construya una sociedad verdaderamente igualitaria.

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