Podemos definir el sistema inmunológico como una parte del organismo dedicada a identificar y eliminar sustancias extrañas y nocivas que entran en este.

Estas sustancias nocivas se denominan antígenos, y pueden ser virus, bacterias, hongos, parásitos…

El sistema inmunológico consta de un conjunto de células especializadas en hacer frente a estos antígenos. Estas células son creadas en la médula ósea y se distribuyen en diferentes órganos como pueden ser el bazo, el timo, las amígdalas o los ganglios linfáticos.

Inmunocompetencia

El término “inmunocompetencia” hace referencia al grado en el que el sistema inmunológico de una persona determinada es eficaz en evitar el desarrollo de enfermedades. Dicho de otra manera, en esa persona concreta su sistema inmunológico funciona correctamente, es competente y la protege de determinadas enfermedades.

Por el contrario, un sistema inmunitario que no funcione correctamente, que no sea competente, puede generar enfermedades autoinmunes como diversos tipos de cáncer, alergias o enfermedades infecciosas, por poner algunos ejemplos.

El grado de inmunocompetencia que posee una persona concreta depende de muchos y variados fatores, pero uno de ellos, muy importante y relativamente poco conocido en relación con el sistema inmune es el estrés.

Factores psicológicos e inmunocompetencia

Existen multitud de estudios clínicos que ponen de manifiesto la relación entre los factores psicológicos, el estrés y otros de tipo mental con la función inmunológica.

Las principales variables psicológicas que modulan la respuesta inmunológica son:

  1. El estrés: Está de sobra probado que el estrés y la ansiedad pueden alterar distintos parámetros del funcionamiento inmunológico.

Sucesos vitales estresantes tales como pérdidas de empleo, rupturas sentimentales y/o divorcios, enfermedades físicas, muertes de seres queridos… provocan cambios en el funcionamiento inmunológico, especialmente un aumento en el nivel de cortisol, hormona producida por la glándula suprarrenal en respuesta al estrés y que provoca alteraciones a nivel físico y mental.

Situaciones estresantes mantenidas en el tiempo, lo que se conoce como estrés crónico, conllevan resultados similares, provocando una inmunocompetencia deficiente y un aumento de las probabilidades de desarrollar diversos tipos de enfermedades y dolencias.

  1. Depresión: De igual forma observamos cómo en personas deprimidas el grado de inmunocompetencia decrece, favoreciendo la aparición de enfermedades físicas.

¿Qué podemos hacer?

Ante esta relación entre estados emocionales negativos y estrés, y el desarrollo de distintas enfermedades físicas y teniendo en cuenta lo complicado que es escapar del estrés en un mundo acelerado y caótico, ¿existe algo que podamos hacer para paliar los efectos del estrés en nuestro organismo? Afortunadamente la respuesta es sí.

La investigación nos dice que existen dos estrategias adecuadas para reducir el estrés:

-Técnicas de relajación: incrementan la actividad de un tipo de células, llamadas células NK, relacionadas con un sistema inmunológico competente.

-Ejercicio aeróbico: asociado a la resistencia inmunitaria y a la protección frente a las enfermedades.

Aunque las técnicas de relajación y el ejercicio aeróbico son las mejores estrategias implicadas en la reducción del estrés, cualquier actividad (desde la lectura, charla con amigos hasta tocar un instrumento) puede ser útil en nuestro objetivo de bajar los niveles de estrés y emociones negativas. El único requisito es disfrutar, relajarse y alejarse, aunque sea durante un tiempo limitado, de los problemas que atravesamos.

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