“Le necesito”, “es mi media naranja”, “el amor todo lo puede”… ¿Quién no ha escuchado o expresado estas afirmaciones u otras similares a lo largo de su vida? Ante esta pregunta pocas serían las personas que levantaran la mano, y es que, el amor como concepto ocupa un extenso espacio en nuestra cultura y sociedad.

Ya desde la infancia vamos aprendiendo ciertas ideas sobre lo que significa el amor, las relaciones afectivas, como debemos comportarnos en una relación amorosa… ideas que no son inocuas si no que tienen importantes consecuencias en nuestra vida.

En mi práctica clínica observo repetidamente como muchos pacientes tienen pensamientos distorsionados del amor que les producen sufrimiento.

Todas estas ideas y pensamientos concretos se articulan en torno a un modelo del amor idealizado, irreal, basado en mitos absurdos y erróneos que llevan consigo dolor, angustia, descontento y, por desgracia en no pocas ocasiones, violencia. Ante esto debemos hacernos una pregunta ¿Por qué? ¿Por qué se ha desarrollado y se sigue manteniendo este modelo del amor en nuestra cultura occidental?

Es una pregunta compleja y como tal no tiene una respuesta que tenga cabida en este espacio. Las causas son múltiples e implican diversas variables, no sólo de tipo psicológico si no también político, social, económico… Sin embargo tienen como punto de partida una razón principal: afianzar una estructura social existente. Una estructura social que se va legitimando a través de un relato cultural. Y es que las creencias erróneas sobre el amor no surgen de la nada, no vienen dadas por nuestra propia naturaleza humana, si no que aparecen constantemente en la televisión, en los libros que leemos, las canciones que escuchamos y se les va dando difusión a lo largo de la historia.

¿Qué es lo que ocurre con esto? Que nos vamos impregnando de una serie de conceptos; que a lo largo de todo nuestro proceso de socialización vamos asimilando este tipo de ideas que tanto daño ocasionan.

Así pues nos encontramos con una concepción del amor que no surge de forma natural, si no que ha sido construido social y culturalmente bajo unos marcos de referencia muy concretos y que nos hemos tragado sin masticar.

Como decía, este modelo de amor idealizado lleva consigo unas consecuencias muy negativas para la satisfacción personal, muy especialmente en el caso de las mujeres (idea que desarrollaré en siguientes artículos)

Como ejemplo destacaré las falsas expectativas que provoca este concepto de amor en la pareja, pues se producen numerosos desajustes entre la realidad y el concepto idealizado de lo que debería ser una relación amorosa. Como resultado aparecen sentimientos de frustración e infelicidad que resultan difícil gestionar.

Existen muchísimos casos reales que podríamos utilizar aquí. Por ejemplo, la creencia de que si nuestra pareja está realmente enamorada debería tener celos en algunas situaciones y si no los siente es que no nos ama de verdad. Otro caso muy común es la idea de que la pareja debe saber al detalle cómo se encuentra su amado, lo que siente, lo que necesita, lo que desea, a pesar de que este no le haya expresado nada de esto.

Cabe destacar la importancia que tiene conocer todas estas ideas para comenzar a hacerles frente, para emprender un proceso de aprendizaje realista que implique un cambio de creencias y actitudes. De esta forma podremos establecer relaciones afectivas mucho más satisfactorias.

En las siguientes entradas abordaré con más detalle todos estos aspectos.

 

 

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